Las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos se dan en un clima de crisis y división del país. Mientras la nación se enfrenta a una pandemia, un alto desempleo y disturbios sociales, los estadounidenses buscan desesperadamente un liderazgo presidencial que logre enderezar el barco del Estado y tranquilizarlos sobre su futuro. En cambio, reciben desvaríos interminables de un presidente indiferente a este momento de crisis. Donald Trump se obsesiona con lo que percibe como ofensas personales, pequeños agravios, desaires, traiciones y asuntos que no son relevantes para los problemas que claman por respuestas serias y medidas.
El Partido Republicano es el partido de la derecha y centro-derecha estadounidense. Ideológicamente hablando se podría catalogar de "conservador laico" para diferenciarlo de los partidos democratacristianos que encarnan a la derecha en otras naciones occidentales. En el terreno económico su doctrina es el liberalismo económico, llamado por algunos como "neoliberalismo"; en Estados Unidos se suele llamar a esta doctrina, defensora del libre mercado y enemiga de la intervención del Estado, "conservadurismo fiscal".
Donald
Trump entró al partido como una bomba, y en tres años y medio,
ha logrado convertir el viejo partido en un culto
a su persona. Entre los legisladores republicanos, hay quienes valoran sus
formas estridentes. Los hay también que las toleran como un mal menor, de cara
al resultado final de lograr objetivos de fondo como el dominio conservador en
la judicatura. Y hay quienes, sencillamente, temen las consecuencias,
personales o electorales, de llevar la contraria al jefe.
El actual mandatario, cuenta con el apoyo mayoritario de su fuerza política. De hecho, en marzo, arrasó en las primarias presidenciales del Partido Republicano en 13 distritos del país. Sin embargo, si bien la tradición marca que si el presidente busca la reelección es el candidato del partido oficialista, y de que Trump cuenta con el apoyo de la gran mayoría de los votantes republicanos, en un acto histórico sin precedentes, tuvo contrincantes. Bill Weld, que fue gobernador de Massachusetts entre 1991 y 1997, y Joe Walsh, miembro de la Cámara de Representantes por Illinois entre 2011 y 2013, se animaron a enfrentarlo. Ambos no tuvieron un apoyo significativo, pero sí fue un hecho relevante, al romper el silencio dentro de un partido que aparenta solidez.
Conforme se aproxima la
fecha de las elecciones, han ido apareciendo algunos grupos dentro del partido
Republicano que manifiestan su descontento con el presidente.
Rosario Marín, tesorera
durante la presidencia de George W. Bush, que sirvió como delegada en cinco
convenciones republicanas, es una de esas personas que no
quiere que Donald Trump sea reelecto.
El descontento con Trump, de republicanos de alto perfil, como la propia Marín, ha motivado la creación de varios grupos de acción política, como el Lincoln Project, que ha realizado fuertes campañas desacreditando al actual mandatario. Los fundadores incluyen a George Conway, el esposo de la ex consejera de Trump, Kellyanne Conway.
George Conway dijo que la presidencia de Trump es un "peligro claro y presente para la Constitución y nuestra República". El Proyecto Lincoln también se ha dirigido a los partidarios de Trump en el Senado controlado por los republicanos.
Los expertos políticos
están asombrados. "En realidad, nunca habíamos visto algo así antes en una
elección general", dijo - a la Agencia
Anadolu - Mitchell Wes quien forma parte de Campaign Media Analysis Group,
de la consultora Kantar Media.
Otra organización que surge
en oposición a Donald Trump se denomina PAC
de la derecha: incluye al ex director de comunicaciones de la Casa Blanca
de Trump, Anthony Scaramucci. Los dos se separaron después de que Trump atacó a
las mujeres demócratas de color, algo que Scaramucci calificó de "racista
e inaceptable".
Además, entre los republicanos de renombre, que se han expresado como opositores al actual mandatario, se destaca Miles Taylor, exjefe de gabinete del Departamento de Seguridad Nacional, quien instó a apoyar a Biden porque Trump "quería explotar al Departamento de Seguridad Nacional para sus propios fines políticos y alimentar su propia agenda". John Bolton, ex asesor de seguridad nacional de Trump, también espera que este sea recordado como presidente de un solo mandato.
El mandatario, por su
parte, ha expresado su desprecio por las figuras republicanas y conservadoras
que se le oponen, diciendo en Twitter, su red social favorita para atacar a sus
adversarios, que son "escoria humana".
Mientras tanto, el movimiento de republicanos en contra de Trump sigue fortaleciendo sus esfuerzos, mediante vídeos virales y demás campañas de comunicación.
Los votantes, por su parte, también han tomado acciones en lo que respecta a oponerse a la reelección de Donald Trump; Votantes republicanos contra Trump (RVAT), se trata de una organización que tiene como agenda negarle a Trump un segundo mandato. Otro grupo se denomina Votantes Republicanos, fundado por Sarah Longwell, y que ya han compilado una lista de cientos de miles de partidarios de Trump dirigidos a un bloque de votantes pequeño pero significativo: mujeres con educación universitaria en estados como Carolina del Norte, Arizona, Wisconsin y Pensilvania que se han desencantado con Trump. El grupo usa testimonios que dicen que está bien que los votantes republicanos se crucen con Biden y los demócratas.
Las críticas evidencian una creciente preocupación en las filas republicanas sobre la respuesta del presidente, en un momento en que el país, en medio de una pandemia y de la peor economía desde la Gran Depresión, atraviesa una situación crítica. En noviembre
los estadounidenses elegirán si cambiar el curso colocando a Joe Biden
en la Casa Blanca o revalidar para cuatro años más la América de Trump, una
elección que adquiere una naturaleza más dramática si cabe en medio de una
emergencia sanitaria, económica y social.
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